Afirmaba Aristóteles en su “Política” que el ciudadano que no habita dentro de los límites humanos “o es una bestia irracional o es un dios”. Sin embargo, no incluyó una demarcación que separase los límites entre la bestia y el dios. Probablemente la consciencia de finitud, de ser mortal, sea la piedra angular con la que se podría marcar el límite que nos hizo pasar de lo animal a lo humano, creando la barrera más evidente entre primate y el hombre. La que definirá el principio de todas las cosas.

De esta forma, Mario Mankey analiza el comportamiento humano que nace fruto de las contradicciones del individuo contemporáneo como resultado de su ansia de consecución y la imposibilidad individual de llevarlo a cabo, creando el choque primordial entre la ambición de superación y las limitaciones de nuestro propio ser.

Mario Mankey utiliza el juego estético más clásico para romperlo inmediatamente con un trazo que aporta diversión pero también sarcasmo. Así, las obras se dirigen a un observador diverso pero a la vez cercano con el que busca establecer un diálogo, no siempre fácil, en el que la complicidad surge a través de un discurso que oscila entre lo formal, lo popular y lo posmoderno.